sábado, 22 de junio de 2013

Una testigo de familia y de la Sgda.Familia







Serviliano Riaño Herrero nació en Prioro, provincia y diócesis de León, el 22 de abril de 1916. En 1927 ingresa en el seminario menor de los Oblatos de Urnieta (Guipúzcoa), donde cursa estudios secundarios hasta 1932, año en el que pasará al noviciado de Las Arenas (Vizcaya), donde hará su primera oblación el 15 de agosto de 1933. Se traslada a Pozuelo de Alarcón para incorporarse a la comunidad del escolasticado y proseguir los estudios con miras al sacerdocio. Serviliano sigue siendo el joven humilde, sencillo y siempre muy piadoso, extrovertido y jovial, se preparaba para dar salida a su celo apostólico en cualquier misión extranjera.
El 22 de julio de 1936 fue detenido con todos sus hermanos de comunidad, en Pozuelo. De modo no del todo inesperado y siempre violento, el convento fue convertido en cárcel. De ella fue sacado Serviliano con sus compañeros de prisión hasta la Dirección General de Seguridad, situada en la Plaza del Sol, centro de Madrid.
Liberado al día siguiente, comienza una vida en clandestinidad como todos sus compañeros, hasta que el día 15 de octubre, en una redada de búsqueda y captura, fue de nuevo detenido y encarcelado.
El 7 de septiembre de 1936 oye su nombre entre los que son llamados a ser “puestos en libertad”. Consciente de lo que esto significaba y preparado para aceptar el sacrificio de la oblación cruenta que Dios le depara, llama al P. Mariano Martín OMI por la mirilla de la celda. Le pide y recibe la absolución. Con ánimo decidido sube a la camioneta que le trasladará hasta Soto de Aldovea, lugar cercano a Paracuellos. Allí fue martirizado. Tenía 21 años.
Su hermana Sabina, religiosa de la Sagrada Familia de Burdeos, nos habla del ambiente profundamente religioso que se vivía en familia y en todo el pueblo de Prioro, comunidad cristiana donde han florecido muchas vocaciones sacerdotales y religiosas:
“Cuando él fue al seminario, yo ya estaba en el convento. Después nos escribíamos con cierta frecuencia. Me solía recordar que la generosidad y el sacrificio son piedras preciosas y esenciales para los cristianos y más para los religiosos. En las cartas se mostraba siempre muy entusiasmado con su vocación, sobre todo con su vocación misionera.
Cuando me escribió con motivo de mi profesión dice que se siente orgulloso de tener una hermana religiosa (dos, porque le seguirá después Consuelo), y dice que mi profesión es el reflejo de un día grande y futuro que él espera para sí mismo:
“Sí, tú lo sabes,  la mañana aquella / yo lloraré de gozo y esperanza / porque tu profesión es un reflejo / del sueño de mi alma”.

Era muy aficionado a escribir poesías y también en ellas dejaba entrever el entusiasmo por su vocación sacerdotal y misionera.
Yo le decía a la superiora:Tantos religiosos mártires de una congregación y de otra, y nosotras, ¿no seremos ninguna digna del martirio?’  Se lo decía de corazón. Cuando llegó la noticia de que habían fusilado a Serviliano, me dice esa madre: ‘Ahora estará usted contenta, ¿no?’ Yo le dije: ‘Tengo una pena enorme, porque quería muchísimo a mi hermano; pero por otra parte tengo también una gran alegría al pensar que tengo un hermano mártir’. Desde entonces siempre le he tenido como un mártir.


Otra Sabina, Sabina Riaño Martínez, religiosa profesa en la Congregación de la Sagrada Familia de Burdeos,  Provincial de España en el momento de la declaración, es sobrina del beato Serviliano y religiosa de la Sagrada Familia, como sus dos tías Sabina y Consuelo, fue llamada a declarar ante el tribunal diocesano de Madrid. A continuación puede leerse gran parte de su testimonio.