viernes, 23 de octubre de 2015

Boletín de los Mártires Oblatos, nº 27



Ante la proximidad de la fiesta de los Mártires Oblatos de España, que se celebra el 28 de Noviembre, se ha entregado a la imprenta un nuevo número del Boletín. Adelantamos aquí, abajo, un resumen del mismo. Esta publicación se envía impresa y gratuitamente a todos los “Amigos de los Mártires Oblatos”. Si aún no te llega y quieres recibirla, hacerlo saber a la Casa Martirial, Avenida Juan Pablo II nº 45, 28224 Pozuelo (Madrid). Teléf. 91.352 34 16.

28 de Noviembre memoria litúrgica
de los Mártires Oblatos de España
Este es el día señalado por la Santa Sede para celebrar la fiesta de nuestros Mártires


Oremos


Dios todopoderoso y eterno, que al beato Francisco Esteban y a sus Compañeros les has concedido la gloriosa victoria del martirio mediante la oblación cruenta, haz que también nosotros,  por sus méritos e intercesión, podamos dar testimonio ante el mundo de quién es Jesucristo.  Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. R/.  Amén.




Mártires Oblatos de Laos


Como anunciábamos en el Boletín anterior, en breve serán beatificados los 17 Protomártires de Laos. Han sido los Oblatos quienes han promovido esta Causa y dos hombres concretos quienes han trabajado con denuedo para sacarla adelante. Ellos son el P. Ángelo Pelis (para la Causa del P. Mario Borzaga y su catequista) y el P. Roland Jacques (para los 15 restantes). El P. Joaquin Martínez  como Postulador general, primero, y el P. Thomas. Klosterkamp después, también hicieron su parte. Todo está preparado ya para la celebración. Sólo falta fijar el lugar y la fecha.


El Padre Mario Borzaga, o.m.i.
Testigo de Jesucristo en Laos, martirizado el 1º de mayo de 1960

« Yo rezaba, triunfaba en mis estudios, y soñaba… »
Mario BORZAGA nació en 1932 en Trento, al pie de las montañas del norte de Italia. Era el tercero de una familia de cuatro hijos: tres varones y una mujer.
Crecido en un ambiente familiar profundamente cristiano, sentía atracción por el sacerdocio. Entró en el seminario menor de la archidiócesis. Recordando aquella época, escribirá: “Yo amaba a Jesús en los sacramentos, y a María. Rezaba, triunfaba en los estudios, y soñaba...” Cuando pasó al seminario mayor, su amor por la naturaleza seguía vivo.  Gracias a eso, aprendió a observar en profundidad a las personas y a las cosas; anotaba con regularidad sus observaciones en su diario.
Escribió muchas páginas a lo largo de su corta vida misionera: ahora su diario y sus cartas son un tesoro que nos permite conocer a fondo, además de sus actividades, su itinerario interior. Sus compañeros de seminario dirán después que ellos ya eran conscientes de esa creciente profundidad  interior; intuían que eso llevaría a Mario a un compromiso más grande.
Un sueño misionero
Tenía apenas veinte años cuando vino un misionero a hablar a los seminaristas. Mario lo escuchaba atentamente y tomó conciencia de que Dios lo llamaba a las misiones extranjeras: su vocación sería la de un misionero oblato. Los Oblatos, congregación fundada en Francia en 1816  por San Eugenio de Mazenod, enviaban misioneros a varios países.
Para realizar esta vocación, Mario comprendió que tenía que cortar con los estrechos lazos que lo unían a su familia y a sus amigos. En este sentido comenzó dando el primer paso al iniciar el año de noviciado en 1952. Lo define así: “Es un año en el que se pone a prueba la posibilidad de darse completamente al Señor. Es un año durante el cual uno se entrena a renunciarse, a vaciarse completamente de sí mismo, como se vacía una papelera, sin lamentarse.”
Después Mario se prepararía para la vida misionera mediante varios años de estudio. Durante ese tiempo tenía una meta espiritual precisa: transformarse lo más posible a imagen de Cristo sacerdote, víctima y apóstol. Quería conseguirlo gracias a la Eucaristía y a María Inmaculada: la Eucaristía como pan partido, fruto del sacrificio de la Cruz, es decir del amor; María Inmaculada, porque ella dio Jesús al mundo. Mario quería imitarla hasta el punto de llegar a ser misionero como ella y portador de Cristo Salvador. Desde ese momento, el pensamiento del martirio ya estaba presente en su espíritu.
En 1957, Mario fue ordenado sacerdote. Fue una fiesta hermosa para su familia y para su parroquia.  Ese mismo año los Oblatos de Italia enviaban a Laos el primer equipo de misioneros. Mario, corazón de apóstol, fue uno de los elegidos para enrolarse y aceptó con alegría: su sueño se iba a realizar. Confía sus sentimientos a su diario: “Fiesta de la Visitación. Uno de los días más importantes de mi vida: he recibido la obediencia para Laos. Iré en nombre del Señor. ¡Virgen Inmaculada, ayúdame! Jesús, Jesús, Jesús, yo quiero ser uno de los tuyos, como Pedro, Pablo, Bernabé, Lucas, Santiago y Juan.” 
En Laos: la desilusión
Llegar a uno de los países más pobres del mundo, con un número tan reducido de cristianos, fue un choque para él. El primer año lo pasa en la misión de Kengsadok. Allí tendrá que aprender el idioma, la cultura local y la vida misionera.  Su celo misionero lo empujaba a lanzarse. Le gustaba estar con la gente, deseaba aprender todo de ellos, al máximo posible, para anunciarles el Evangelio de la salvación.
En realidad fue un año muy difícil. Se sentía aislado, perdido, lejos de todos sus compatriotas y amigos. Se empeñaba por aprender el laosiano, pero era incapaz de comunicarse con la gente, y, por eso mismo, incapaz de ejercer a fondo su ministerio sacerdotal.
Tal situación lo llevaba a sentirse inútil. Escribe en su diario: “Mi cruz soy yo mismo, soy una cruz para mí mismo. Mi cruz es la lengua que no soy capaz de aprender. Mi cruz es la timidez que me impide pronunciar una sola palabra en laosiano”.  Experimentaba así la gran dificultad de ser misionero en el extranjero.  Pero en su apuro buscaba la presencia de Dios. Escribiría entonces esta oración: “Todo te pertenece, Señor, incluso el malestar, la angustia, los remordimientos, la oscuridad… Yo te amo porque tú eres Amor”.
 Kiukatiam
Mario Borzaga tenía veintiséis años cuando fue enviado a su primer puesto de misión. Kiukatiam era una aldea hmong, a unos 80 km. de Louang Prabang, al lado del camino que va en dirección de Xieng Khouang y Vietnam y que se llamaba entonces la carretera Astrid. Mario allí iba a relevar a un misionero oblato aguerrido, a quien él apreciaba mucho, el Padre Yves Bertrais: ya se habían establecido sólidamente los cimientos del cristianismo, ahora había que construir y desarrollar la comunidad. Ayudado por el Padre René Charrier, o.m.i., Mario puso manos a la obra con todo su corazón: hizo todo lo posible para estar a la altura, siguiendo el ejemplo de esos dos ancianos.
A partir de 1959 se quedó con la tarea él solo. Enseñar el catecismo, iniciar a la oración, visitar las familias, acoger a los enfermos que diariamente acudían a las puertas del pequeño dispensario de la misión, a todo eso consagraba Mario su tiempo y sus fuerzas. Le confiaron también la formación de los jóvenes catequistas hmongs. Se daba prisa como quien sabe que la vida del apóstol es breve y que hay que entregarla enteramente por el Reino de Dios.
Pero no tenía experiencia, y a menudo las exigencias amenazaban  con superar sus fuerzas: ¿Cómo cuidar de quienes ya son cristianos sin desatender a quienes aún están alejados?  ¿Cómo dirigir una escuela de formación para los nuevos catequistas aprendiendo al mismo tiempo el hmong, una lengua tan distinta del laosiano?  ¿Cómo ocuparse cada día de las largas colas de enfermos y al mismo tiempo responder  a las llamadas de las aldeas lejanas, a las que aún no había llegado el Evangelio?
Esos desafíos eran duros, y Mario con frecuencia se resentía por el aplastante peso de esas responsabilidades. Para seguir creyendo, para no abandonar la tarea, encontraba las fuerzas necesarias únicamente en su gran amor a Jesús. Sí, se hallaba en ese puesto porque lo quería Dios. Escribe: « Nosotros, los misioneros, estamos hechos así: para nosotros lo normal es partir; es necesario desplazarnos. Mañana los caminos serán nuestras casas. Si nos vemos obligados a pararnos por un tiempo en una casa, la transformaremos en camino que lleva a Dios. »
El obispo, Mons. Esteban Loosdregt, o.m.i., había invitado a los misioneros a que se preparasen para la persecución. En agosto de 1959, Mario confiaba su pensamiento a su diario: “Todos nosotros conocemos las disposiciones dadas por la Santa Sede para los tiempos de persecución. ¿Qué nos pasará? Nada, pues estamos en las manos de Dios. Así pues, calma.” Las instrucciones eran que permaneciesen en los puestos de misión, en solidaridad con los fieles.  Roland Jacques o.m.i.  (Continuará)
mos hechos así: para nosotros lo normal es partir; es necesario desplazarnos. Mañana los caminos serán nuestras casas. Si nos vemos obligados a pararnos por un tiempo en una casa, la transformaremos en camino que lleva a Dios. »

El obispo, Mons. Esteban Loosdregt, o.m.i., había invitado a los misioneros a que se preparasen para la persecución. En agosto de 1959, Mario confiaba su pensamiento a su diario: “Todos nosotros conocemos las disposiciones dadas por la Santa Sede para los tiempos de persecución. ¿Qué nos pasará? Nada, pues estamos en las manos de Dios. Así pues, calma.” Las instrucciones eran que permaneciesen en los puestos de misión, en solidaridad con los fieles.  Roland Jacques o.m.i.  (Continuará)


17 Testigos de la Fe en Laos

1.     El Padre José Thao Tiến (1918-1954) de Muang Xôi (Houaphan), sacerdote diocesano  (Laos).
2.     El Padre Jean-Baptiste Malo, m.e.p. (1899-1954) de La Grigonnais, diócesis de Nantes (Francia)
3.     El  Padre René Dubroux, m.e.p.(1914-1959) de Haroué, diócesis de Nancy (Francia)
4.     El catequista Shiong Tho [Thoj Xyooj, Khamsè] Pablo 1941-1960) de Kiukatiam (Luang Prabang) 
5.     El Padre Mario Borzaga, o.m.i. (1932-1960) de Trento (Italia) 
6.     El Padre Louis Leroy, o.m.i. (1923-1961) de Ducey, diócesis de Coutances (Francia) 
7.     El Padre Michel Coquelet, o.m.i. (1931-1961) de Wignehies, diócesis de Cambrai (Francia) 
8.     El catequista Joseph Outhay Phongphumi, viudo (1933-1961) de Kham Koem, (Thaïlandia) 
9.     El Padre Noël Tenaud, m.e.p. (1904-1961) de Rocheservière, diócesis de Luçon (Francia) 
10.   El Padre Vincent L’Hénoret, o.m.i. (1921-1961) de Pont l’Abbé, diócesis de Quimper (Francia). 
11.   El Padre Marcel Denis, m.e.p. (1919-1981) de Alençon, diócesis de Séez (Francia) 
12.   El Padre Jean Wauthier, o.m.i. (1926-1967) de Forniés, diócesis de Cambrai (Francia) 
13.   El catequista lavên Thomas Khampheuane Inthirath (1952-1969) de Nong Sim, Paksé (Laos) 
14.   El Padre Lucien Galan, m.e.p. (1921-1968) de Golinhac, diócesis de Rodez (Francia) 
15.   El Padre Joseph Boissel, o.m.i. (1909-1969) de Loroux, archidiócesis de Rennes (Francia) 
16.   El catequista kmhmu’ Luc Sy, padre de familia, (1938-1970) de Ban Pa Hôk (Laos)
17.   El saravat Maisam ‘Kèo’ Pho Inpèng, padre de familia  (1934-1970) Sam Neua (Laos)


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