Casa Martirial




Las personas que visitan la “Casa Martirial” de Pozuelo de Alarcón (Madrid), quieren saber algo más sobre el origen de esta casa, convertida en meta de peregrinación, transcribimos la crónica que, día a día, en las casas oblatas se acostumbra a escribir en un diario denominado Codex históricus. (N. de la R.)

Resumen de lo ocurrido con la comunidad

Año de gracia 1939

Un poco de historia

         El Escolasticado de Pozuelo se fundó en 30 de Diciembre de 1929. Fue el primer escolasticado español. Hasta aquella fecha nuestros estudiantes habían peregrinado por todo el mundo.
         A principios de siglo fueron enviados a Lieja; en 1910 fueron a para a Turín; en 1913, a san Giorgio Canavese; en 1921 volvieron otra vez a Lieja; en 1926 pasaron el océano para incorporarse al escolasticado de Castroville, y después a San Antonio (Texas). En 1928 un curso de filosofía fue a san Giorgio. Por fin en 1929 hasta fines del mismo año estuvo provisionalmente en Urnieta.
         La casa quedó constituida en la forma siguiente:
Los Padres  Valeriano de Anta, superior, Delfín Monje, Eustaquio Martínez
Los estudiantes, una quincena, pertenecían todos al 1º y 2º de filosofía.
Los hermanos adscritos a la casa eran Angel Bocos, Marcelino Sánchez y José Turones. Pero la casa de Urnieta prestó al H. Hernando hasta junio de 1930.
         El inmueble y finca donde está emplazado el escolasticado fue adquirido por la Provincia (oblata) de Texas en 250.000 pts. Pertenecía antes a la marquesa o condes de Tavira. Se tuvo noticias de que estaba en venta por el Hno. Marista, el H. Congal, que hizo una visita a Urnieta y habló del asunto con el P. Superior. Se hicieron las oportunas gestiones y en vista de que aquella casa reunía excelentes condiciones se procedió a la compra a nombre de la “Sociedad Cultural de los Estados Unidos”, constituida por los Padres Oblatos de aquella Región.
         En Agosto de 1932, el R. P. Vicente Blanco sucedió al R. P. de Anta en el cargo de superior. El R. P. Blanco vino de Las Arenas, donde desempeñaba desde 1926 el cargo de superior y Maestro de Novicios. El R. P. Anta volvió a Urnieta con el cargo de Director de la Purísima.
         Ya en septiembre de 1930 el R. P. José Vega se había incorporado a la comunidad como profesor de Dogma.
         En el verano de 1935 cesó como profesor de filosofía el R. P. Martínez, Eustaquio, para ir a Buenos Aires en calidad de misionero. En su lugar vino el R. P. Juan Antonio Pérez, procedente de Las Arenas.
         La vida del escolasticado se fue desenvolviendo y creciendo hasta que en Julio de 1936 sobrevivo la gran catástrofe. En pocos días la obra lenta de 6 años quedó aniquilada.
En julio de 1936 se componía el Escolasticado de los miembros siguientes:
PP. Vicente Blanco, Superior, Delfín Monje, profesor de Moral, José  Vega, profesor de Dogma, Juan Antonio Pérez, profesor de Filosofía, Basilio Leal, profesor de Filosofía.       
Los estudiantes eran: Jesús Isaso, Julio Rodríguez, Gregorio Escobar, Juan José Caballero, Juan José Cincunegui, Luis Calleja, Manuel Gutiérrez, Cecilio Vega, Jesús Alonso, Adolfo Labiano, Severino Díez, Publio Rodríguez, José Guerra, Jerónimo Olaizola, Antonio Jambrina, Angel Villalba, Juan Pedro Cotillo, Francisco Polvorinos, Fortunato Herrero, Porfirio Fernández, Isaac Vega, Justo González, Serviliano Riaño, Daniel Gómez, José Oti, Justo Fernández, Emeterio González, Felipe Díez, Máximo Martínez, Pascual Aláez, Clemente Rodríguez.
Había, además, tres (Oblatos más) hermanos coadjutores: Angel Bocos, Marcelino Sánchez y Eleuterio Prado.
40 Oblatos en total: Padres, Escolásticos y Hermanos.
         Pues bien, de estos 40 uno murió de enfermedad, en mayo de 1937, el Hno. Eleuterio; 22 fueron vilmente asesinados por la horda roja, en distintas fechas, a saber:
       El 24 de julio de 1936: el P. Juan Antonio Pérez, Manuel Gutiérrez,  Cecilio Vega, Juan Pedro Cotillo, Francisco Polvorinos, Justo González, Pascual Aláez.
El 6 de Noviembre de 1936:  el P. José Vega
El 8 de Noviembre de 1936: Serviliano Riaño
El 28 de noviembre de 1936: Los PP. Francisco Esteban, Vicente Blanco y Gregorio Escobar; y los escolásticos: Juan José Caballero, Justo Gil, Publio Rodríguez, José Guerra, Daniel Gómez, Justo Fernández y Clemente Rodríguez; y los hermanos: Angel Bocos, Marcelino Sánchez, y Eleuterio Prado.
              Los demás Oblatos de Pozuelo, unos pudieron, por milagro, librarse de la cárcel, otros fueron presos y permanecieron largos meses en inmundos calabozos, hasta recobrar la libertad.
          Sólo dos, Porfirio Fernández y Antonio Jambrina,  siguieron presos hasta el final de la guerra en Albatera (Alicante).
          Algunos se alistaron voluntarios en el ejército rojo y aprovecharon la primera ocasión favorable para pasarse a las filas del Ejército Nacional. Así lo hicieron los PP. Jesús Alonso, Juan José Cincunegui y Fortunato Herrero.
         Por mediación de la embajada de Francia pudieron llegar,  después de múltiples peripecias y aventuras, a la España Nacional, los PP. Delfín Monje, Basilio Leal, Julio Rodríguez, y el Hno. Angel Villalba.
         Quedaron en la zona roja, hasta el final de la guerra, 11 (once) Oblatos:  el P. Mariano Martín y los escolásticos: Jesús Isaso, Luis Calleja, Adolfo Labiano, Severino Díez, Jerónimo Olaizola, Antonio Jambrina, Porfirio Fernández, Isaac Vega, Felipe Díez y Máximo Martínez.



Ocupación de la casa

La Casa de Pozuelo quedó desde el principio convertida en Casa del Pueblo, y aquí vinieron a instalarse las oficinas de los diversos partidos del Frente Popular.
         Más tarde cuando, a fines de 1936, Pozuelo y sus cercanías fueron campo de reñidas batallas, sirvió de cuartel al ejército rojo.
         Desde enero de 1937 Pozuelo pasó a poder de los nacionales. Casi toda la población quedó reducida a escombros. Pero el convento, no obstante su posición destacada, quedó en pie en su totalidad. Apenas si presenta algún impacto de balas. Sólo las dependencias exteriores sufrieron los efectos del bombardeo.
        El inmueble quedó intacto, es verdad; pero del mobiliario no quedó ni rastro. Se conserva una parte de la biblioteca; pero lo referente al dormitorio, estudio, ropería, cocina, comedor, capilla, sacristía, archivos, etc. Todo desapareció.
         Más ¿qué representan tantas pérdidas materiales al lado de tantas vidas tronchadas en flor? ¡Toda una comunidad, llena de promesas y esperanzas, semillas de apóstoles, escuela de preclaras virtudes, santuario de la cultura y de la ciencia, deshecha, inmolada por el odio satánico!
Religiosos encanecidos en la más austera observancia de la disciplina regular, modelos de virtud, curtidos en rudo trabajo durante largos años de ministerio, de estudio, de magisterio y de todo género de actividades; eximios profesores, maestros consumados en ciencias sagradas y profanas, y en el arte pedagógico; grupo selecto de juventud de 18 a 25 años consagrada en cuerpo y alma a la propia formación religiosa e intelectual, devorada por los más nobles anhelos, soñando en la perspectiva del sacerdocio y las misiones en lejanas tierras; humildes hermanos coadjutores, dechados de piedad, de abnegación, de olvido de sí mismos, consagrados a los modestos menesteres materiales del interior de la casa; todos ellos perseguidos como vulgares criminales, escarnecidos, insultados, varias veces presos, arrastrando una vida miserable por cárceles y checas, transidos de frío, famélicos, enfermos, comidos por los piojos, y luego, en un triste amanecer, en el recodo de un camino, o entre una arboleda, o en un barranco, acribillado su cuerpo a balazos, deshecho el cráneo, comidos sus restos inertes por las aves, los insectos y los perros...
         Esta fue la gran tragedia del Escolasticado de Pozuelo. Estoy seguro que todos cayeron perdonando de corazón a sus verdugos y con los gritos de  ¡Viva Cristo Rey! en los labios. Un día, no lejano, se leerá en el Martirologio Romano: “En Pozuelo de Alarcón, diócesis de Madrid, 22 santos religiosos, que fueron bárbaramente martirizados, en la persecución marxista, por su fe y amor a Dios y a España”.

La restauración

         Cuando el 29 de Marzo de 1939 se rindió Madrid y quedó virtualmente terminada la guerra, no pudimos hacernos cargo de la Casa, porque estaba ocupada por los milicianos de la Zona Nacional, y ocupada siguió hasta principios de Julio del mismo año. Tan pronto como la desalojaron,  el P. Máximo Prado con el Hno. Cándido Pérez y varios hermanos escolásticos para ocuparla y empezar los trabajos de limpieza y restauración.
         Lo primero que hubo que pensar fue en el problema del agua. El motor antiguo del pozo no existía y además no había fuerza eléctrica ni esperanza de tenerla en mucho tiempo. Hubo que resolverlo por medio de una nueva bomba y un motor de gasolina.
         En el interior hubo que frotar las paredes, o picarlas totalmente, apretar las puertas y ventanas, colocar los marcos, reponer los cristales. En ello emplearon todo el mes de agosto y septiembre. A principios de octubre el local estaba ya en condiciones de poder ser habilitado. Faltaba sin embargo el mobiliario que fue llegando a Madrid y de Las Arenas en el curso de octubre. Los Hnos. Escolásticos que habían pasado el verano en Ayete (San Sebastián) llegaron aquí el 4 de octubre. Hasta el 20 estuvieron durmiendo en el suelo, casi sin mantas y sin colchón. Pero reinaba el buen humor... nadie se quejó.



Primera celebración del día 28 de Noviembre de 1939

en el Escolasticado de Pozuelo

          Hoy tercer aniversario del martirio de 13 oblatos, asesinados en Paracuellos del Jarama. Con este motivo se celebró un solemne Funeral por todos los caídos durante la revolución. A las 10´30, Nocturno cantado, Misa de tres, oración Fúnebre por el P. Marcos, Libera me...
A continuación se procedió a la erección de una cruz, como monumento provisional, en el patio. El R.P. Superior dirigió unas palabras, bendijo la cruz, se cantó un responso, se entonaron los himnos…Estaban presentes la Comunidad, la mayor parte de los padres y familiares de las víctimas, varios amigos de Madrid y mucha gente del pueblo de Pozuelo. El tiempo magnífico contribuyó al realce de la ceremonia. Fue una jornada de intensa emoción.Después se sirvió la comida, aunque frugal, a los que quisieron quedarse. Muchos volvieron a Madrid.Sólo faltó una peregrinación a Paracuellos del Jarama, pero no fue posible por falta de autobús.     El cronista de turno.



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